28 de septiembre de 2021

arena en la boca

 Soñé. Me avisaban las hijas que /-vino ele/. Y estaba en casa. 

Trajo un montón de cosas, eran para comer y otras cosas como muebles y yo preguntaba ¿Por qué? ¿Qué es esto? Me dejaba, y, cosas en casa por todos lados. Lo nutricio también los despojos, todo lo deshecho. 

Estábamos juntos desnudos en un momento. Lo ví con claridad. Discutíamos enervando el torso. Si bien peleábamos con gestos de las bocas y las manos arremolinadas, manteníamos los pies juntos, sólo los extremos, los dedos en roce, en perpetuo contacto. Sentados en las banquetas altas, las cotidianas, las de comer, las de beber y prepararnos. Conectábamos por la piel, los pies, debajo de las miradas, en erotismo tan familiar. Era agradable y mutuo.

Estaban también en casa (recuerden, soñé) de visita mi amiga Dani, su hermana y hermano y queríamos descorchar una botella. Yo no podía atenderlos porque peleaba con /ele/ y no encontraba el vino. La cava funcionaba y estaba llena, de cosas, gaseosas grandes, pero yo no encontraba mis vinos. 

El tiempo terminaba, ele se iba, lo buscaba su amigo o para poder irse y yo le impedí. Decía: /-primero hablar conmigo, primero hablar/ y cerré la puerta con llave en desafío.

Con ese gesto, toda la disolución cayó sobre mí como un baldazo. 

Ese gesto me despertó empapada. Vergüenza de la niña, la despojada, abarrotada de los restos de juguetes huérfanos. Se muere el juego y ya todo alrededor son trastos.

Que me den la palabra exijo a los gritos de la vigilia para no saber qué hacer con la noche cerrada.

Qué importancia se puede sostener si estás descalza de un pie, al rayo del sol de la mañana de pascuas con arena en la boca viendo la muerte en forma de mamá

 
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